En los últimos años, el modelo tradicional de acceso a la vivienda en España ha comenzado a cambiar. Frente a la compra individual de inmuebles o el alquiler convencional, está emergiendo con fuerza una nueva tendencia: el cohousing, también conocido como vivienda colaborativa. Este modelo, que ya lleva décadas implementándose en países del norte de Europa como Dinamarca, Suecia o Alemania, está comenzando a afianzarse en el sector inmobiliario español como una respuesta a diversos retos sociales, económicos y medioambientales.
El cohousing se basa en la creación de comunidades residenciales autogestionadas, donde los residentes son tanto propietarios como participantes activos en la planificación y gestión de su entorno habitacional. Cada persona o familia dispone de una vivienda privada, pero también comparte espacios comunes, como cocinas, jardines, salas de reuniones o lavanderías.
Según Antonio Ortiz, Director General de SAFTI España, “las causas de esta nueva tendencia en España son múltiples, debido a que el acceso a la vivienda se ha convertido en un reto para buena parte de la población. Los precios del mercado inmobiliario, especialmente en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga, han crecido de forma desproporcionada respecto a los ingresos medios”.
Asimismo, hay un cambio en los valores sociales. Muchas personas, especialmente en generaciones más jóvenes o en sectores con conciencia ambiental y social, buscan nuevas formas de convivencia más sostenibles y humanas. El individualismo y el aislamiento urbano están dando paso a propuestas que fomentan el sentido de comunidad, la cooperación y la corresponsabilidad. El cohousing responde precisamente a estas aspiraciones, permitiendo una vida más conectada con los vecinos, más eficiente energéticamente y con mayor calidad de vida.
Aunque actualmente este modelo aún representa una pequeña parte del mercado inmobiliario español, su crecimiento es constante y sostenido. Es de destacar que el envejecimiento de la población ha impulsado modalidades como el senior cohousing, en el que personas mayores deciden vivir juntas en comunidades adaptadas, con apoyo mutuo, evitando la soledad y retrasando o evitando la institucionalización en residencias.
El futuro del cohousing en España dependerá de diversos factores. Por un lado, su consolidación requerirá un marco legal más claro que reconozca esta figura y facilite su desarrollo. Hoy en día, muchas cooperativas se encuentran con trabas burocráticas o vacíos legales que dificultan la financiación, el acceso al suelo o la obtención de licencias. La regulación del derecho de uso, por ejemplo, es aún limitada y poco conocida por las entidades financieras y los ayuntamientos.
Por otro lado, será clave el papel de las administraciones públicas. Si los gobiernos locales y autonómicos apuestan decididamente por el cohousing mediante cesión de suelo público, incentivos fiscales o apoyo técnico, se podría dar un salto cualitativo y cuantitativo en su implementación. El Plan Estatal de Vivienda y las políticas de vivienda social podrían incluir este tipo de proyectos como parte de la solución al problema estructural del acceso a la vivienda.
“El cohousing está dejando de ser una propuesta marginal para convertirse en una alternativa real y deseable dentro del panorama inmobiliario español. Responde a necesidades contemporáneas de accesibilidad y sostenibilidad, además ofrece una visión innovadora de forma de vida. Aunque todavía plantea diversos desafíos, su expansión parece imparable y, probablemente, ¿Estamos ante uno de los modelos de vivienda del futuro?”, concluye Antonio Ortiz.