En un mun­do obse­sio­na­do con la inte­li­gen­cia arti­fi­cial, los dash­boards y la auto­ma­ti­za­ción de pro­ce­sos, hablar de emo­cio­nes pue­de pare­cer extra­ño. Pero no lo es. De hecho, es una nece­si­dad urgen­te. Espe­cial­men­te cuan­do habla­mos de expe­rien­cia del clien­te (CX).

Las orga­ni­za­cio­nes invier­ten millo­nes en dise­ñar jour­neys, opti­mi­zar tiem­pos de res­pues­ta o lan­zar chat­bots cada vez más sofis­ti­ca­dos. Y sin embar­go, los clien­tes siguen recor­dan­do con niti­dez cómo los hicie­ron sen­tir. Lo que hace que vuel­van no es solo la efi­cien­cia. Es el tra­to. La cone­xión huma­na sigue sien­do, para­dó­ji­ca­men­te, lo que más valo­ran los con­su­mi­do­res en una era cada vez más digi­tal.

Gra­cias a la cola­bo­ra­ción con Likeik, exper­tos en tec­no­lo­gía para enten­der y mejo­rar la expe­rien­cia del clien­te, tuvi­mos la opor­tu­ni­dad de tra­ba­jar con Norau­to en un pilo­to reve­la­dor. Likeik no solo faci­li­tó el acer­ca­mien­to ini­cial con la com­pa­ñía, sino que tam­bién acom­pa­ñó el pro­ce­so brin­dan­do herra­mien­tas de aná­li­sis y vali­da­ción del impac­to a tra­vés de indi­ca­do­res como las rese­ñas de Goo­gle.

Cua­tro cen­tros de Norau­to en Espa­ña par­ti­ci­pa­ron en nues­tra Escue­la de Anfi­trio­nes, una meto­do­lo­gía que bus­ca trans­for­mar la acti­tud del equi­po, no solo sus habi­li­da­des. En tan solo cua­tro meses, los cen­tros mejo­ra­ron sus indi­ca­do­res de NPS en un pro­me­dio de 7 pun­tos, pero ade­más supe­ra­ron a su com­pe­ten­cia direc­ta en las rese­ñas de Goo­gle, tan­to en volu­men como en valo­ra­ción.

¿Qué hici­mos dis­tin­to? Apos­tar por las per­so­nas. En lugar de sumar una for­ma­ción más sobre pro­ce­sos o pro­to­co­los, tra­ba­ja­mos sobre el “des­de dón­de” se pres­ta el ser­vi­cio. Es decir, des­de qué creen­cias, emo­cio­nes y acti­tu­des se vin­cu­lan los cola­bo­ra­do­res con los clien­tes, y ese cam­bio de mira­da lo cam­bia todo.

No habla­mos de talle­res moti­va­cio­na­les. Habla­mos de trans­for­mar la mane­ra en que un cola­bo­ra­dor se per­ci­be a sí mis­mo en rela­ción con el clien­te. No como un ope­ra­dor, sino como un anfi­trión. Alguien que sabe que ser­vir es un pri­vi­le­gio y que tie­ne las herra­mien­tas para conec­tar des­de lo humano, inclu­so en situa­cio­nes difí­ci­les.

Uno de los par­ti­ci­pan­tes nos dijo en su gra­dua­ción: “Antes que­ría ter­mi­nar rápi­do con cada clien­te para seguir con lo siguien­te. Aho­ra quie­ro enten­der­le pri­me­ro, y ayu­dar­le de ver­dad”. Esa fra­se, que pare­ce sim­ple, resu­me el impac­to más pro­fun­do que pue­de tener una estra­te­gia de CX basa­da en el ser humano.

Lo que vimos fue algo que, ade­más de poder medir­se fácil­men­te en una hoja de Excel, se sien­te en el ambien­te: equi­pos más conec­ta­dos, con más auto­es­ti­ma, con más sen­ti­do de per­te­nen­cia. Per­so­nas que dejan de actuar en auto­má­ti­co para empe­zar a ele­gir cons­cien­te­men­te cómo tra­tar al otro.

Y ese cam­bio ter­mi­na sien­do visi­ble en los indi­ca­do­res: mejo­ra en rese­ñas, aumen­to en la satis­fac­ción del clien­te, mejor cli­ma labo­ral y, en muchos casos, un incre­men­to real en ven­tas por reco­men­da­ción.

No hay CX sin EX. Esta fra­se, que a veces sue­na a slo­gan, es en reali­dad una adver­ten­cia. Pre­ten­der mejo­rar la expe­rien­cia del clien­te sin mirar a quie­nes la pres­tan, es como que­rer que una plan­ta flo­rez­ca sin cui­dar la raíz. Y el pro­ble­ma no es de pre­su­pues­to. Es de prio­ri­dad. Hay empre­sas que tie­nen todos los recur­sos, pero no tie­nen el enfo­que, y hay otras que, con menos, logran mucho más por­que entien­den que la cla­ve no está en los KPIs, sino en las per­so­nas que los hacen posi­bles.

Tam­bién es impor­tan­te enten­der que esto no es roman­ti­zar el ser­vi­cio. No se tra­ta de pedir a los emplea­dos que son­rían mien­tras se sien­ten ago­ta­dos o igno­ra­dos. Es jus­ta­men­te lo con­tra­rio: crear las con­di­cio­nes para que quie­ran brin­dar una bue­na expe­rien­cia, por­que ellos mis­mos la están vivien­do den­tro de la orga­ni­za­ción.

En Star Ser­vi­ce no entre­na­mos para que la gen­te son­ría por­que se lo piden, lo hace­mos para que quie­ran son­reír por­que tie­nen una razón. Por­que se sien­ten vis­tos, escu­cha­dos, valo­ra­dos, y por­que saben que eso mis­mo pue­den hacer por sus clien­tes.

Vivi­mos en una era don­de el clien­te espe­ra per­so­na­li­za­ción, pero tam­bién huma­ni­dad, don­de los erro­res no siem­pre son el pro­ble­ma, sino más bien cómo se ges­tio­nan. Don­de una dis­cul­pa a tiem­po pue­de valer más que una pro­mo­ción. ¿Quién está pre­pa­ra­do para ese tipo de CX? Solo las empre­sas que entien­den que el ver­da­de­ro dife­ren­cia­dor está en cómo te hacen sen­tir.

La tec­no­lo­gía es una gran alia­da, sin duda. Nos ayu­da a esca­lar, a auto­ma­ti­zar, a seg­men­tar, pero el alma del ser­vi­cio sigue sien­do huma­na. Por eso, mien­tras otros miran solo los pro­ce­sos, algu­nos esta­mos miran­do tam­bién a las per­so­nas, por­que ahí es don­de empie­za todo. Al final del día, el ser­vi­cio no se auto­ma­ti­za, se sien­te.

Por Julián Jor­dán,
CEO de Star Ser­vi­ce
Miem­bro Comi­sión Expe­rien­cia de Emplea­do en Aso­cia­ción DEC